Una Capilla del Monte panóptica

Mientras las cámaras de seguridad en lugares públicos se expanden a lo largo y ancho del país, sin un debate público donde los ciudadanos puedan expresar el grado de vigilancia al que desean estar sometidos y sin una profundización del constitucional derecho a la intimidad, Capilla del Monte se ve beneficiada por la oferta de una “donación” (distinto es donar el permiso para usar la red de ellos que donar la fibra óptica concreta)

¿Para qué podría servir al municipio? Básicamente las condiciones de la donación son manifiestas: el uso de la red de fibra óptica para la futura instalación de cámaras de seguridad y vigilancia.

Aunque poco probada está su eficacia, el argumento de quienes implementan sistemas de videovigilancia es que ayudará a prevenir el delito y combatir la inseguridad. Hoy, en una sociedad del miedo, ese argumento convence a cientos de miles que dicen sí antes de hacerse por lo menos algunas preguntas. ¿Un ojo electrónico mirándome todo el día no estará violando mi derecho a la intimidad? ¿Qué certezas hay de no estar omitiendo el marco jurídico del Habeas Data? Y si el ojo electrónico tiene paso por manos de un privado ¿qué certeza tengo yo como ciudadano de que el privado no hace acumulación de datos y persecución de todo lo que vaya contra sus intereses? ¿Qué seguridades tengo de que el Estado no haga lo mismo? ¿Es una sociedad del miedo más segura que una sociedad promotora de la igualdad de oportunidades y de los derechos básicos de salud, vivienda y educación? Ahora supongamos un gobierno actual transparente y sin ninguna intención de vigilancia. Futurología: ¿Qué pasaría si el próximo gobierno quiere utilizar la base para vigilar a los ciudadanos? Cuando las preguntas no interpelan las donaciones, los privados saben que la fiesta ha comenzado. ¿Quién vigila a los vigiladores?

Me temo que si la idea de “vivir seguros” nos obliga a la presencia de una cámara de seguridad registrando nuestros actos privados, el derecho a la intimidad se terminó para siempre.

Como dice Beatriz Busaniche, especialista en privacidad en Internet: “puede sonar a paranoia, lo sé, pero imaginen una ciudad sitiada de cámaras de este tipo en los tiempos que se vivieron en la década del 70 en la Argentina. ¿Cuánta más gente habría desaparecido si las fuerzas de seguridad hubieran contado con dispositivos de esta naturaleza? Una consecuencia muy sutil es el acostumbramiento de la sociedad a ser vigilada. Yo no quiero que me vigilen, no quiero acostumbrarme a eso. Una sociedad monitoreada, controlada, es una sociedad menos libre y, en definitiva, menos democrática”

Según la Cámara Argentina de Seguridad Electrónica, sólo en 2009 se instalaron en Argentina más de 10.500 cámaras de seguridad. El costo de cada cámara con su software es de aproximadamente $15.000. Luego habría que multiplicar eso por la cantidad de cámaras y pensar en un sistema de sueldos para el seguimiento técnico y operativo de la vigilancia. Eso sí, todo en virtud de nuestra total integridad. ¿Será realmente así? ¿Vigilancia y control aseguran la integridad?

La discusión filosófica tiene largo camino de la mano de Michel Foucault1 y próximos seguidores, donde queda demostrado que las sociedades disciplinadas, vigiladas y castigadas no son necesariamente más libres y más democráticas, sino todo lo contrario. Las experiencias de adopción de tecnologías de la vigilancia y el control demuestran que no hay una reflexión profunda sobre qué se hace con los datos de las personas. No se sabe si se produce venta de datos personales, si se catalogan pautas de consumo y/o lugares de concurrencia. Nada dicen los privados y aunque lo dijeran, ¿qué capacidad técnica tendría el Estado de controlar las promesas?

Los estudios realizados en Inglaterra y en Estados Unidos sobre la eficiencia de las cámaras de seguridad demuestran que la capacidad de estos sistemas de disminuir el delito ha sido bajísima.

Richard Stallman sostiene que “el actual nivel de vigilancia general en la sociedad es incompatible con los derechos humanos. Si no deseamos vivir en una sociedad de vigilancia total, debemos considerar la vigilancia como un tipo de contaminación social y limitar el impacto que cada nuevo sistema digital podría tener sobre la vigilancia, de la misma forma en que limitamos el impacto ambiental de las construcciones físicas. Hoy en día las cámaras de seguridad se han convertido en cámaras de vigilancia: están conectadas a Internet para que las grabaciones puedan ser recolectadas en un centro de datos y almacenadas para siempre. Esto ya es peligroso, pero se pondrá peor. Con los avances en la tecnología para el reconocimiento facial, probablemente llegará el día en que se pueda rastrear todo el tiempo en la calle a los periodistas sospechosos para ver con quiénes hablan”2

Culmino con el aporte de la Fundación ViaLibre3, de la cual un ciudadano de Capilla del Monte es miembro:

  • Tanto los atentados del 11 de septiembre en los EEUU como el atentado contra los subterráneos londinenses se hicieron a la vista de múltiples cámaras de seguridad sin que hayan sido por eso prevenidos ni evitados.

  • La tasa de delito en la ciudad más vigilada del mundo, Londres, no ha bajado en absoluto.

  • El gasto de montar un sistema de vigilancia generalizado es enorme y no cumple los objetivos declarados.

  • Los usos no legítimos de estos sistemas de vigilancia tales como seguimiento de mujeres, persecución de minorías, monitoreo de grupos políticos y activistas sociales son realmente graves como para no tomar medidas precautorias.

  • En la mayoría de los casos, las grabaciones y registros de nuestras actividades en la vía pública quedan en manos de privados que no dan cuenta de qué hacen ni a quién entregan esa información.

¿Para qué aprobar una donación de fibra óptica si no tenemos todavía hecho un planteo de privacidad entre la ciudadanía de Capilla del Monte? Si un privado quiere ceder uso de redes de fibra óptica  en todo caso que sea para que los ciudadanos, y en especial los excluidos, accedan a información pública, puedan participar en espacios de interacción e intercambio entre ciudadanos y gobierno o recibir capacitaciones en el uso de tecnología libre y soberana, pero no para la vigilancia.

1Ver Foucault, Michel, Vigilar y castigar.

2Cfr. Stallman, Richard “¿Cuánta vigilancia puede resistir la democracia? Disponible en inglés en https://www.linux.com/news/software/applications/743990-stallman-how-much-surveillance-can-democracy-withstand

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